A pesar de su enfermedad, la mayor parte de los epilépticos pueden vivir de forma autónoma y configurar su vida social sin ayuda externa; están sanos, excluyendo los ocasionales ataques epilépticos.
Algunas personas enfermas de epilepsia especialmente niños o epilépticos con impedimentos adicionales de salud, (por ejemplo minusvalías) dependen del apoyo y ayuda de otras personas.
La escultura presentada muestra a un niño epiléptico llevado con cuidado de la mano y así es ayudado en sus primeros pasos por una persona protectora (¿Madre?¿Padre?). La enorme diferencia entre las dos personas figuradas señala, por una parte, la necesidad de protección del niño enfermo y, por otra, la ayuda enérgica y la enorme seguridad que sale del protector.