Esta opinión experimentó, en tiempos más modernos, una creciente ratificación en diversas casuísticas, pues se consideraba que la merma de visión -durante horas- y días de ceguera - eran síntoma o consecuencia de una crisis. Afirmación mantenida hasta épocas más recientes. Pablo hace alusión en sus epístolas a una posible "debilidad física" o quizás a una enfermedad crónica. |
En la Epístola Segunda a los Corintios (Cap. 12,7) se dice, por ejemplo: "Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás, que me abofetea para que no me engría.". En la Epístola a los Gálatas describe Pablo otra vez el débil estado de su cuerpo (Cap. 4, 13-14): "Y aunque el estado de mi cuerpo os ha impresionado mucho no habéis escupido delante de mí." En la antigüedad era normal, escupir ante los epilépticos - ya fuera por aversión o por librarse de un posible contagio (epilepsia como "morbus insputatus": enfermedad, ante la cual se escupe). |